Salí desde Burgos en mi coche a eso de
las 16h, nada más terminar de trabajar. Llevaba una mochila pequeña,
pensando en que a lo mejor tenía que acompañar a los peregrinos
hasta la Catedral de Santiago y me tocaba disimular que yo llegué en
coche. El caso es que por si las moscas puse la cantimplora, ropa
para andar y hasta unas zapatillas que me habré puesto tres veces en
cinco años...
Me metí en la autopista rumbo a
Galicia y me crucé media Castilla a 120 km/h, paré a repostar y
llamé a los compañeros del trabajo para una tontería, que al final
me llevó casi una hora de conversación (cosas que pasan). Cuando me
quedaban unos 100km para llegar a mi destino, empiezo a escuchar un
ruido en el coche (algo así como un roce extrañísimo), pensé que
debían haber puesto un asfalto distinto en esa carretera, pero no,
se me había desprendido una parte del coche e iba rozando con el
suelo. Paré a colocarlo como pude y tiré millas. A eso de las 22h
llegué al albergue de Santiago, no sin antes tener que vérmelas un
rato con las indicaciones que te da el movil para llegar a una calle
concreta (es de esos días que confirmas que Google Maps no solo
tiene voz de gilipollas, sino que verdaderamente lo es)
Allí me esperaba una peregrina
auténtica, con forro polar y una rodilla vendada, haciéndome señas
como las que hacen a los aviones en Top Gun y pelis de esas para que
aparcara. Entré con María (Mom en este blog) al albergue y allí
tuve una impresión muy buena. Dejando de lado que olía a pies desde
la calle, daba muy buen rollo ver a toda esa gente descansando,
riendo, hablando, compartiendo las experiencias que habían vivido
los días previos. Personas de todo tipo con algo en común, estar de
camino. Saludé al otro peregrino, que ya estaba en la cama medio
sopa por tanta caminata, y salimos a cenar un poco de pulpo y otras
cosas ricas que abundan por allí
A la vuelta me apoltroné en mi litera,
me tapé con el saco y caí rendido (más que por el cansancio por la
baja concentración de oxígeno de aquel albergue). A eso de las 6 de
la mañana, un grupo de chavales ruidosos como ellos solos se
empezaron a partir de risa y despertaron a medio albergue. Resulta
que las paredes de aquel sitio no llegan hasta el techo, así que
cualquier cosa que sueltes a la atmósfera la compartes con todo el
peregrinaje... traté de dormir un rato más, pero no pude, así que
me dí una ducha peregrina y me preparé para hacer mi último tramo
hasta la tumba del apóstol (en coche, que ya que no me iban a dar
certificado de asistencia...)
Salimos los tres hacia el centro de
Santiago y nos metimos a desayunar en una cafetería súper chula,
justo a la puerta estaban con un mercadillo con puestos en la calle.
Mucha gente entraba y salía por todos sitios. Decidimos que María
haría la cola para conseguir las credenciales o como se llame, y que
Mikel y yo nos íbamos a ver el centro de Santiago.
Al acercarnos a la catedral, os podéis
imaginar el mogollón de turistas y peregrinos que había, todo hasta
arriba de gente... una pena, porque me hubiera gustado ir mirando más
despacio todo. Bueno, así volveremos con más tiempo en otra
ocasión.
Volvimos a por María y cogimos el
coche de nuevo para ir rumbo a Finisterre (que es donde realmente
acababa el camino original).
acababa el camino original).
Nos dirigimos primero a Muxía, que nos
habían recomendado visitar en algún sitio, y tuvimos la suerte de
pillar el pueblo en fiestas. Desde hace unos años los vecinos montan
un tinglao bastante fino, con puestos de comida, artesanía,
canciones y bailes regionales... todo el mundo pasando un buen rato y
haciéndolo pasar al resto. Nos comimos un poco de carne a la brasa
en un puesto de la plaza mayor, luego unos percebes, unas navajas...
un poco de vino, otro vino... bastante bien todo! Nos dimos otra
vuelta por la zona de fiestas y también nos acercamos al paseo
marítimo a asustar un poco a las gaviotas...
En vez de ir a buscar plaza en el
albergue, esta vez encontramos una habitación que nos alquilaban en
una casa. Al preguntar a la señora Ofelia, la dueña de un bar de
abuelos, nos dijo que ella tenía una habitación disponible. Subimos
a verla los tres y bueno... parece que no habían cambiado nada en la
casa desde que gobernaba Suárez, pero decidimos quedarnos en la
habitación por una noche. Confieso que no me atreví a ir sólo al
WC.
Al día siguiente fuimos a visitar un
santuario que tienen en Muxía, en unas rocas al borde de mar, que
nos encantó a los tres. Pasamos un rato mirando al mar desde un faro
y flipando con el paisaje.
Volvimos al coche y nos metimos unos kilómetros hasta Finisterre. Antes de llegar nos dimos un bañito una la playa que hay un poco antes de entrar al pueblo. Bueno, el único que se atrevió fue Mikel, el resto nos pusimos a silbar e hicimos unos castillos con la arena para disimular un poco. Nuestro plan era llegar hasta el cabo de Finisterre y acabar el camino allí, bien es cierto que recorrimos andando unos trescientos metros (como mucho) y el resto fue todo en coche en plan dominguero... Bueno, lo importante es la intención, no? El caso es que llegamos al cabo, aparcamos lo más cerca que pudimos y nos acercamos a pié a una roca, allí quemamos unos papeles con los malos rollos que habíamos escrito cada uno y acabamos así el camino. Me encantó el contraste tan bonito del verde sobre la tierra abrupta y el mar.
De vuelta a Finisterre buscamos un
sitio chulo para comer, dimos cuenta de unos mejillones y unos
filetes y nos despedimos, pues yo tenía quinientos y pico kilómetros
de vuelta por delante. Me hubiera quedado con tan buena compañía
descansando un poco de tanto camino, pero no me importó porque tenía
la impresión de que me queda por hacer alguna otra etapa con estos
compañeros de viaje.
Después de tomar un café bien
cargado, llené el depósito, puse la radio y empecé a deshacer
kilómetros hacia el norte de Castilla.
A unos 70 kilómetros de Santiago empecé a ver humo, y al cuarto de hora llegué a ver parte de un incendio que había arrasado, por lo menos, la ladera de una montaña que tenía ante mí. Puse la radio y ni rastro de aquello... pensé que por desgracia debe ser tan habitual que solo informan de los incendios verdaderamente serios. Por si fuera poco, unos doscientos kilómetros más tarde volví a toparme con otro incendio, esta vez más pequeño. Me fui con una sensación de tristeza por el gran contraste de haber disfrutado de una naturaleza tan bonita y ver cómo se puede perder tan fácilmente.
A unos 70 kilómetros de Santiago empecé a ver humo, y al cuarto de hora llegué a ver parte de un incendio que había arrasado, por lo menos, la ladera de una montaña que tenía ante mí. Puse la radio y ni rastro de aquello... pensé que por desgracia debe ser tan habitual que solo informan de los incendios verdaderamente serios. Por si fuera poco, unos doscientos kilómetros más tarde volví a toparme con otro incendio, esta vez más pequeño. Me fui con una sensación de tristeza por el gran contraste de haber disfrutado de una naturaleza tan bonita y ver cómo se puede perder tan fácilmente.
Y varias horas de carretera después
llegué a casa, deshice la maleta y me puse a pensar en cuándo será
la próxima vez que vuelva por esas tierras y con esas compañías.
Tengo muchos recuerdos bonitos y ganas de volver!!!
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Gracias por tu compañía!