martes, 24 de noviembre de 2015

Post del Peregrino "especial" Invitado al Camino

Salí desde Burgos en mi coche a eso de las 16h, nada más terminar de trabajar. Llevaba una mochila pequeña, pensando en que a lo mejor tenía que acompañar a los peregrinos hasta la Catedral de Santiago y me tocaba disimular que yo llegué en coche. El caso es que por si las moscas puse la cantimplora, ropa para andar y hasta unas zapatillas que me habré puesto tres veces en cinco años...

Me metí en la autopista rumbo a Galicia y me crucé media Castilla a 120 km/h, paré a repostar y llamé a los compañeros del trabajo para una tontería, que al final me llevó casi una hora de conversación (cosas que pasan). Cuando me quedaban unos 100km para llegar a mi destino, empiezo a escuchar un ruido en el coche (algo así como un roce extrañísimo), pensé que debían haber puesto un asfalto distinto en esa carretera, pero no, se me había desprendido una parte del coche e iba rozando con el suelo. Paré a colocarlo como pude y tiré millas. A eso de las 22h llegué al albergue de Santiago, no sin antes tener que vérmelas un rato con las indicaciones que te da el movil para llegar a una calle concreta (es de esos días que confirmas que Google Maps no solo tiene voz de gilipollas, sino que verdaderamente lo es)
Allí me esperaba una peregrina auténtica, con forro polar y una rodilla vendada, haciéndome señas como las que hacen a los aviones en Top Gun y pelis de esas para que aparcara. Entré con María (Mom en este blog) al albergue y allí tuve una impresión muy buena. Dejando de lado que olía a pies desde la calle, daba muy buen rollo ver a toda esa gente descansando, riendo, hablando, compartiendo las experiencias que habían vivido los días previos. Personas de todo tipo con algo en común, estar de camino. Saludé al otro peregrino, que ya estaba en la cama medio sopa por tanta caminata, y salimos a cenar un poco de pulpo y otras cosas ricas que abundan por allí
A la vuelta me apoltroné en mi litera, me tapé con el saco y caí rendido (más que por el cansancio por la baja concentración de oxígeno de aquel albergue). A eso de las 6 de la mañana, un grupo de chavales ruidosos como ellos solos se empezaron a partir de risa y despertaron a medio albergue. Resulta que las paredes de aquel sitio no llegan hasta el techo, así que cualquier cosa que sueltes a la atmósfera la compartes con todo el peregrinaje... traté de dormir un rato más, pero no pude, así que me dí una ducha peregrina y me preparé para hacer mi último tramo hasta la tumba del apóstol (en coche, que ya que no me iban a dar certificado de asistencia...)

Salimos los tres hacia el centro de Santiago y nos metimos a desayunar en una cafetería súper chula, justo a la puerta estaban con un mercadillo con puestos en la calle. Mucha gente entraba y salía por todos sitios. Decidimos que María haría la cola para conseguir las credenciales o como se llame, y que Mikel y yo nos íbamos a ver el centro de Santiago.
Al acercarnos a la catedral, os podéis imaginar el mogollón de turistas y peregrinos que había, todo hasta arriba de gente... una pena, porque me hubiera gustado ir mirando más despacio todo. Bueno, así volveremos con más tiempo en otra ocasión.

Volvimos a por María y cogimos el coche de nuevo para ir rumbo a Finisterre (que es donde realmente
acababa el camino original).
Big HartNos dirigimos primero a Muxía, que nos habían recomendado visitar en algún sitio, y tuvimos la suerte de pillar el pueblo en fiestas. Desde hace unos años los vecinos montan un tinglao bastante fino, con puestos de comida, artesanía, canciones y bailes regionales... todo el mundo pasando un buen rato y haciéndolo pasar al resto. Nos comimos un poco de carne a la brasa en un puesto de la plaza mayor, luego unos percebes, unas navajas... un poco de vino, otro vino... bastante bien todo! Nos dimos otra vuelta por la zona de fiestas y también nos acercamos al paseo marítimo a asustar un poco a las gaviotas...




En vez de ir a buscar plaza en el albergue, esta vez encontramos una habitación que nos alquilaban en una casa. Al preguntar a la señora Ofelia, la dueña de un bar de abuelos, nos dijo que ella tenía una habitación disponible. Subimos a verla los tres y bueno... parece que no habían cambiado nada en la casa desde que gobernaba Suárez, pero decidimos quedarnos en la habitación por una noche. Confieso que no me atreví a ir sólo al WC.
Al día siguiente fuimos a visitar un santuario que tienen en Muxía, en unas rocas al borde de mar, que nos encantó a los tres. Pasamos un rato mirando al mar desde un faro y flipando con el paisaje.

Faro de Punta da Barca, Muxía

Volvimos al coche y nos metimos unos kilómetros hasta Finisterre. Antes de llegar nos dimos un bañito una la playa que hay un poco antes de entrar al pueblo. Bueno, el único que se atrevió fue Mikel, el resto nos pusimos a silbar e hicimos unos castillos con la arena para disimular un poco. Nuestro plan era llegar hasta el cabo de Finisterre y acabar el camino allí, bien es cierto que recorrimos andando unos trescientos metros (como mucho) y el resto fue todo en coche en plan dominguero... Bueno, lo importante es la intención, no? El caso es que llegamos al cabo, aparcamos lo más cerca que pudimos y nos acercamos a pié a una roca, allí quemamos unos papeles con los malos rollos que habíamos escrito cada uno y acabamos así el camino. Me encantó el contraste tan bonito del verde sobre la tierra abrupta y el mar.
De vuelta a Finisterre buscamos un sitio chulo para comer, dimos cuenta de unos mejillones y unos filetes y nos despedimos, pues yo tenía quinientos y pico kilómetros de vuelta por delante. Me hubiera quedado con tan buena compañía descansando un poco de tanto camino, pero no me importó porque tenía la impresión de que me queda por hacer alguna otra etapa con estos compañeros de viaje.
Después de tomar un café bien cargado, llené el depósito, puse la radio y empecé a deshacer kilómetros hacia el norte de Castilla.
A unos 70 kilómetros de Santiago empecé a ver humo, y al cuarto de hora llegué a ver parte de un incendio que había arrasado, por lo menos, la ladera de una montaña que tenía ante mí. Puse la radio y ni rastro de aquello... pensé que por desgracia debe ser tan habitual que solo informan de los incendios verdaderamente serios. Por si fuera poco, unos doscientos kilómetros más tarde volví a toparme con otro incendio, esta vez más pequeño. Me fui con una sensación de tristeza por el gran contraste de haber disfrutado de una naturaleza tan bonita y ver cómo se puede perder tan fácilmente.
Y varias horas de carretera después llegué a casa, deshice la maleta y me puse a pensar en cuándo será la próxima vez que vuelva por esas tierras y con esas compañías. Tengo muchos recuerdos bonitos y ganas de volver!!!

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